domingo, 7 de septiembre de 2014

Uruguay en el Lugar 80 del Indice Global de Competitividad

Hace exactamente 5 años, comentaba la aparición de la edición 2009-2010 del Indice Global de Competitividad en este post. Uruguay había alcanzado en ese entonces el puesto 65.
Esta semana se publicó la edición 2014-2015 del índice, en la web del World Economic Forum. Uruguay está en el lugar 80.
En mi post de hace 5 años explicaba los fundamentos sobre los que se calcula el índice, que se basa fuertemente en los resultados de una encuesta realizada a 100 líderes empresariales de cada uno de los países participantes, por parte de una institución local "socia" del WEF. En Uruguay, esa tarea la realiza la Universidad ORT.

Los resultados de este año 

Como pueden ver en la primera tabla, una vez más Suiza resulta el país más competitivo, y de los 10 primeros hay al menos 4 que uno podría afirmar que son pequeños países. Varios incluso con territorio mucho menor que Uruguay.


Una cuestión interesante es que no hay cambios en el "club de los 10 mejores" en relación a los dos años anteriores. Es más, el podio se ha mantenido idéntico (Suiza-Singapur-Finlandia) durante los tres últimos años. 
Esta estabilidad es consistente con el hecho de que el índice intenta medir cuestiones estructurales, de mediano plazo, con un enfoque sistémico, donde no hay cambios drásticos.

Veamos ahora América Latina. Aquí si hay algunas noticias interesantes.   Chile sigue, por lejos, siendo el que rankea mejor, le sigue Panamá que ha caído algunos lugares, y luego muy pegados, Costa Rica, Brasil y México. Tenemos que seguir bastante más abajo para encontrar a Uruguay, que es superado también por Perú, Colombia y Guatemala. Es decir, en la carrera de la competitividad estamos en un discreto lugar en el pelotón del medio, no solo del mundo (80 en 144) sino también a nivel regional (el lugar 9). 


La evolución de Uruguay en el Ranking

He aquí la evolución de la posición de Uruguay en el ranking en todos estos años:


Es decir: podemos alegrarnos porque subimos 5 lugares (si comparamos con el año anterior), o podemos mirar con una perspectiva más pesimista y observar que estamos peor que cualquier año desde 2006, excepto el año pasado. 
Lo cierto es que en los últimos 3 años Uruguay ha estado entre 11 y 15 lugares más abajo de su mejor posición, que fue la N° 63 y se dió en 2011. 

Intentando Explicar la Evolución de Uruguay

Como explicaba hace 5 años, el GCI es la suma ponderada de los tres subíndices: Requerimientos Básicos, Mejoradores de la Eficiencia y Factores de Innovación y Sofisticación. 
La idea es que si un país está muy poco desarrollado lo más importante son los Requerimientos Básicos (en el sentido de que debe priorizar esos temas para avanzar hacia el desarrollo). Si un país tiene un desarrollo intermedio, entonces lo más importante son los "Mejoradores de la Eficiencia" y si "juega en primera división", lo importante es la innovación y sofisticación. 

El WEF clasifica el desarrollo de los países según su PBI per cápita ajustado. Asume que cuanto más PBI produce, más desarrollado es. Tomo prestada la siguiente imagen de la presentación pública que hizo esta semana la ORT, para mostrar cómo es la escala:




Como vemos, Uruguay está (desde 2010) en transición entre la etapa 2 y la etapa 3, casi llegando a la 3: La frontera (arbitraria) son U$S 17.000, y Uruguay tiene U$S 16.609, como lo muestra el siguiente cuadro resumen contenido en el reporte:


 
Como vemos, el PBI per cápita ha crecido mucho (y mucho más rápido que en el promedio de la región), por lo que nos "acercamos peligrosamente" a la etapa 3. Ello implica que cuando ponderan nuestros números los pilares de Innovación y Sofisticación de los negocios pesan mucho más que antes. 
La gente de la ORT, para graficar esto, mostraba que si a Uruguay se lo evaluara como si estuviera en la etapa 2 entonces quedaría en el lugar 58 del ranking (en lugar del 80). 

De acuerdo al modelo que subyace el GCI, sin embargo, para poder sostener el ingreso per cápita de casi U$S 17.000 es necesario hacer una serie de deberes en materia de innovación y sofisticación, sin descuidar lo otro. Pero lo que nos diferencia (o nos debería diferenciar) es lo que logremos en esos ámbitos. 

En la siguiente gráfica muestro cómo han evolucionado cada uno de los tres subíndices:


Ahí vemos que estamos bien en "Requerimientos Básicos" (Instituciones, Macroeconomía, Infraestructura y Salud y Educación Primaria). De hecho este año mejoramos y estamos por el lugar 47 del mundo. Ya en lo que refiere a los "Mejoradores de la Eficiencia" la cosa es bastante más pobre, y si miramos dentro de ese índice vemos que ello se debe esencialmente a que tenemos un pésimo desempeño en la "Eficiencia del Mercado Laboral" (lugar 139 en 144 del mundo), "Desarrollo del Mercado Financiero" (87) y "Tamaño del Mercado" (donde tenemos el lugar 89 y no se debe interpretar como mercado interno, sino mercado a los que tenemos acceso).
En materia de "Factores de Innovación y Sofisticación"rankeamos en el lugar 85, y esto "tira para abajo" el ranking global.

Parece claro que el GMI, más allá de sus debilidades, es un interesante instrumento para comparar performances relativas de los países, ver en qué estamos flojos e identificar "temas candentes" para poner en la agenda de las políticas públicas.

La siguiente figura muestra cómo compara Uruguay con el promedio de América Latina y el Caribe en cada uno de los 12 pilares.



Parece clarísimo que hay algunos pilares en los que tenemos que trabajar muy fuerte, aunque más no sea para no estar peor que la región:

  • Eficiencia del Mercado Laboral
  • Tamaño del Mercado
  • Sofisticación de los Negocios
  • Innovación
Ojalá lo logremos, y no echemos simplemente la culpa al índice porque nos da mal.

miércoles, 23 de julio de 2014

Corte Electoral, Plan Ceibal, informatización de los escrutinios. Un par de reflexiones desde la Gestión de la Innovación

Los uruguayos tenemos algunos orgullos. No son pocos, pero tampoco son muy estridentes. Hay dos que, me parece, concitan bastante consenso: la seguridad de nuestro sistema electoral (aunque, a ser sinceros, ¿quién no duda de los resultados del '71?)  y la capacidad de la industria informática. Para ambos hay números y hechos contundentes que nos reaseguran que no se trata de una mera consigna de marketing.

Considerando el sistema electoral, son muy pocos los episodios donde se ha puesto en duda el resultado de las elecciones, y este sistema incluso nos sirvió para expresarle gentilmente a los militares que en vez de intentar redactar constituciones, mejor se fueran de vuelta a los cuarteles. 

Observando la industria de las TICS, las empresas uruguayas lideraron la exportación de software a nivel continental durante las primeras décadas de desarrollo de esa industria, continuamos teniendo muy buena reputación como país al respecto, e incluso hace apenas una semana la Presidencia de la República informaba que Uruguay ocupa el primer puesto de América Latina en gobierno electrónico

¡Qué curioso resulta entonces, que tengamos tantos problemas para informatizar el proceso electoral! 

Uno observa el barrio y percibe que países como Brasil y Venezuela, para los cuales este proceso es mucho más complejo que aquí, tanto por su dimensión geográfica como por la cantidad y heterogeneidad de electores, lo han logrado. Y si hay quejas por la transparencia del proceso electoral, ellas parecen centrarse en otros temas, no vinculados con la tecnología. 

Ya se está volviendo tan indefendible que el fantástico sistema electoral uruguayo para seguir siendo fantástico debe resignarse al papel, el lápiz y la máquina de escribir, que hace unos años se ha comenzado tímidamente a probar la utilización de computadoras. Despacito, y con cuidado. 

En un gesto de arrojo, para las elecciones internas (estas últimas, sí, las de 2014) la Corte Electoral decidió contar los votos por computadora. No hay mucha información disponible sobre cómo es la organización interna de la Corte, pero aparentemente ésta no tiene mayores capacidades internas de desarrollo de sistemas informáticos. Su contacto con "las computadoras" es a través de un acuerdo del año 2003 con la UTE.
tomada de aquí

No sé si este es el mismo acuerdo que está vigente ahora, pero el asunto es que, según se escucha en la radio, la Corte Electoral habría contratado a CONEX (una repartición de UTE que tiene su web en revisión y se define como "la unidad especializada a través de la cual UTE brinda sus Servicios de Asesoramiento y Consultoría a otras organizaciones de Uruguay y el mundo" ) para que informatizara el proceso. 

Así resuelta la cuestión del software, se decidió utilizar las computadoras del Plan Ceibal para el ingreso de datos en cada circuito. Era una buena solución desde el punto de vista del uso de los recursos, a la vez que -seguramente sin proponérselo- recordaba a los votantes que existe el plan Ceibal, uno de los buques insignia del primer gobierno del FA (seguro que también es pura coincidencia, pero no puedo evitar algo de suspicacia pensando que a la noche, luego de volver de votar, nos enteraríamos que también los abuelos tendrán tablets si el Dr. Vazquez llega nuevamente a la Presidencia).

En fin, el asunto es que este acuerdo Corte Electoral - UTE -Conex - Plan Ceibal no generó precisamente un sistema perfecto, y a las 24 horas de cerrados los circuitos todavía no había datos oficiales.  

Tanto la corte y sus funcionarios como el Plan Ceibal quedaron con sus respectivas imágenes un tanto maltrechas (si bien Brechner salió rapidito a aclarar que había sido un gran éxito de las Ceibalitas). Escuchar o leer las declaraciones de los jerarcas de la Corte fue un poco triste, es evidente que no tienen buenos asesores y no se han preocupado mucho por entender todo esto de la tecnología. El asunto es que para conformar a todos los partidos en relación a la informatización de las elecciones nacionales de octubre próximo, la Corte llegó a un acuerdo para usar las Ceibalitas como máquinas de escribir, imprimir las actas, llevarlas (supongo que a caballo o a lo sumo en bicicleta) a centros de concentración de datos, donde nuevamente se digitarán en los sistemas informáticos centralizados de la Corte. 

Brechner, enojado con esta barbaridad (y legítimamente preocupado por dejar la imagen pública de las Ceibalitas a expensas de gente tan poco instruida en materia tecnológica) decidió que así no juega, y declaró a Búsqueda: “Para terminar un formulario a mano, imprimirlo y mandarlo a digital, nos parece que no tiene sentido postergar la entrega de esas máquinas a los estudiantes”.

En resumen, parece que el país orgulloso de su "cultura digital", primero en el continente en cuanto a "gobierno electrónico", modelo en materia de seguridades del proceso electoral, gestionará sus elecciones como lo hacía hace 100 años. 

Cabe preguntarse, ¿qué decisiones y circunstancias llevaron a esta situación?
Aclarando una vez más que no manejo otra información que la que nos aportan los medios, me atrevería a señalar las siguientes causas como coadyuvantes para este desenlace poco feliz:


a) Estrategia País
¿Por qué es importante este tema? Se trata de una cuestión meramente de automatización del proceso electoral, o tiene otras implicancias? Me parece que los distintos actores del "Uruguay digital" - como por ejemplo AGESIC, CUTI, el mismo Plan Ceibal - fracasaron (o no intentaron) en poner este proyecto tecnológico como estratégico e importante para la imagen país (Como lo es el propio plan Ceibal, o la Trazabilidad).






b) Estrategia de la Corte Electoral
¿Qué papel juega la informática en relación a las actividades clave de la Corte Electoral? Quizá yo tenga un sesgo ingenieril cuando respondo esto, pero tiendo a pensar que el mismo que tienen los hospitales para ASSE o las escuela para la ANEP. Ésta, sin embargo, no parece la visión dominante en la Corte, que al parecer históricamente ha abordado este tema recurriendo a capacidades externas, como las de Conex o del Plan Ceibal.




c) Organización
Esto está íntimamente ligado a lo anterior. Si la Corte no percibe a la Tecnología de la Información como un recurso clave, no genera capacidades internamente. Esto -al parecer- les impide generar procesos de aprendizaje internos que hagan que la organización como tal sea "tecnológicamente alfabeta" más allá de sus directores, que por su naturaleza vienen generalmente del derecho más que de la tecnología. Si existieran fuertes capacidades organizacionales en materia tecnológica, se podrían desarrollar estrategias a más largo plazo, capacitar a los directores, asesorarlos, en fin, trabajar de otra manera.

d) Gestión del proyecto con visión sistémica
Todo parece indicar que la Corte confió en que si Conex cumplía su parte, el Plan Ceibal la suya, Antel la suya (comunicaciones), los funcionarios de las mesas receptoras la suya y los funcionarios de la propia Corte la suya (centro de cómputos, etc) , todo andaría bien. Todo parece indicar que lo que falló fue sobre todo la interoperación de esos subsistemas. ¿Quién gestionaba y se hacía responsable por el correcto funcionamiento de TODO el sistema el día de las elecciones?





e) Gestión de Riesgos
Siempre existe la posibilidad de que un proyecto salga mal. Y si se trata de un proyecto de misión crítica, que involucra miles de personas, y que tiene un requerimiento enorme de oportunidad , el riesgo es grande. Para ponerlo en términos sencillos, en estos casos hay que tener un plan B. Y ello claramente no ocurrió.






Ojalá este tropezón sirva para replantear el tema en otros términos.


jueves, 3 de julio de 2014

El Necesario Cambio Estructural


La economía uruguaya ha venido creciendo en forma importante en los últimos años. Entre 2000 y 2012 duplicó su PIB per cápita ajustado por poder de compra, y ha sido el de segundo mejor desempeño en la región, detrás de Chile.



Para tomar una referencia, el World Economic Forum utiliza este indicador para aproximar el "Estado de Desarrollo" de un país al confeccionar su Indice Global de Competitividad, y considera que un país ha llegado al estado "Impulsado por la Innovación" (el más alto de todos) al pasar la barrera de los U$S 17.000 dólares PPA, valor que Uruguay está a punto de alcanzar. Ahora, la pregunta es, ¿eso nos convierte en "económicamente desarrollados"?
Parece bastante claro que no. Hay cierto consenso en que el desarrollo económico (que puede definirse como la capacidad de países o regiones para crear riqueza a fin de promover y mantener la prosperidad o bienestar económico y social de sus habitantes, ver  Wikipedia) requiere que cambie cualitativamente  la estructura productiva (además de crecimiento económico a tasas importantes).

Es difícil sostener que esto ha ocurrido en Uruguay. En efecto, en los últimos años, como muestra el gráfico (fuente: "Uruguay y la Enfermedad Holandesa", Aboal, Lanzilotta y Rego, 2012), buena parte de nuestro progreso en PBI per cápita se debe a que nos hemos favorecido con un importante incremento de los precios de los principales rubros exportables.



Esta situación, absolutamente fuera del control de nuestro país y de imprevisible evolución, junto con la sofisticación de muchos procesos productivos agrícolas, ha generado un discurso "neo fisiocrático" preocupante, incluso entre aquellos que hace unos años denostaban con fervor la opción por la producción primaria. Se afirma que "un kilo de carne hoy incorpora mucho más tecnología y conocimiento que hace 20 años", y a caballo de esta afirmación (que es cierta, pero cuyas implicancias en cuanto a desarrollo endógeno no quedan muy claras y son de difícil cuantificación) se ponen todas las fichas en un modelo de país centralmente agro-exportador.

Está muy bueno ser muy competitivos en estos productos, procurar desarrollar ventajas competitivas incluso en productos difícilmente diferenciables, etc. También está bueno generar conocimiento y desarrollar y aplicar tecnologías a estos efectos. La cuestión es si especializarnos casi exclusivamente en esto puede ser una vía de crecimiento confiable y robusta, y nos puede llevar al desarrollo.

Como bien señala la CEPAL en 2012, "los países beneficiados por el auge de los productos básicos son muy sensibles a una reversión de la tendencia de los términos de intercambio. Sin embargo, aunque persistieran estas condiciones favorables en el contexto externo, hay motivos para preocuparse por las tendencias en la estructura productiva, en particular la reprimarización de la especialización exportadora."

Dado que, contemplando procesos de largo plazo, quienes han optado estratégicamente por apostar a los recursos naturales muestran bajo nivel de éxito y poca capacidad de "catch up" con las economías más desarrolladas, es imprescindible invertir las ganancias coyunturales de esta etapa de bonanza en impulsar con decisión un cambio estructural, que implica transformar la composición del producto del comercio internacional, del empleo y del patrón de especialización.

Volviendo a la CEPAL, un cambio estructural virtuoso se define por dos dimensiones relacionadas:
  1. Aumento del peso en la producción y el comercio de los sectores o actividades más intensivos en conocimiento, tornando más densa y diversificada la matriz productiva, con trayectorias de crecimiento de la productividad más dinámicas, y derrames (spillovers) y externalidades tecnológicas que benefician al conjunto del sistema. 
  2. Inserción en mercados mundiales de rápido crecimiento, para fortalecer la demanda agregada y expandir la producción y la generación de empleo, con los consiguientes efectos favorables sobre la distribución del ingreso
Entiendo que hay evidencia suficiente para afirmar que el cambio estructural virtuoso no se produce, en general, exclusivamente por "fuerzas del mercado". Por el contrario, se requieren políticas industriales lúcidas y de largo aliento para hacerlo posible.

Ese es, entonces, el gran reto a las políticas públicas.

martes, 20 de mayo de 2014

Ahora si, Uruguay necesita un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación

Uruguay viene haciendo su propio camino en ciencia, tecnología e innovación. A veces usando experiencia ajena para no repetir errores, a veces abriendo un camino propio y distinto, a veces equivocándose donde otros lo hicieron bien de entrada. Y si bien es peligroso compararse con uno mismo en el pasado -el mundo cambia, los otros juegan y evolucionan, lo que ayer era suficiente hoy es poquitísimo- creo que podemos decir que nuestro Estado ha progresado mucho en cuanto a su capacidad de promover la innovación y que nuestra sociedad ha incorporado el “ser innovador” como una característica deseable de las organizaciones y de las personas: me parece -no manejo información estadística- que hoy son mayoría los que opinan que la innovación tiene algo que ver con una sociedad más desarrollada, justa y rica. Si esto es así, se trata de un avance importante de nuestra sociedad, que nos habilita a subir un escalón, y ocuparnos de temas de “segunda generación” (¿cómo innovar?, ¿cómo lograr mejores resultados?, etc.), sin gastar energías en argumentar sobre la importancia de innovar: eso ya no se discute.


El “Uruguay Innovador” a partir de 2005
Si efectivamente estamos frente a esa nueva realidad, es pertinente plantearse si el arreglo institucional que se ha dado nuestro país para abordar estos temas es el adecuado a su estado de desarrollo actual. Repasemos lo que tenemos: en 2005, como una de las primeras medidas para avanzar hacia el “Uruguay Innovador”, se crea el Gabinete Ministerial de la Innovación (GMI), integrado por los ministros de Educación (que lo preside), Economía, Ganadería, Industria y la OPP. Posteriormente (2010) se incorporó el Ministerio de Salud Pública.
El GMI es una entidad sin presupuesto, sin estructura propia, a la que “le compete la fijación de los lineamientos políticos y estratégicos en materia de Ciencia, Tecnología e Innovación”, según la ley 18.084.
Si bien no está establecido a texto expreso en la ley, y dado que el GMI es presidido por el Ministerio de Educación y Cultura, sería de esperar que la Dirección Nacional encargada de estos temas (“refundada” en 2005 como DICYT) oficiara de secretaría técnica del Gabinete. En la práctica esto no fue así (y si lo fue, no se notó), la DICYT nunca tuvo un rol relevante. De hecho, el GMI creó un “Grupo Operativo” conformado por representantes políticos de alto nivel de los ministerios que lo integraban (Fernando Lorenzo por el MEC, Amilcar Davyt, director de la DICYT, Miguel Brechner por el MIEM, Pablo Chilibroste por el MGAP y Judit Sutz por la OPP, quien fue sucedida por Edgardo Rubianes). Este equipo funcionó con dinamismo fermental, y se “autodisolvió” al comenzar a funcionar la nueva ANII, cuyo directorio fue integrado por varias de estas personas. Es importante rescatar este  “Grupo Operativo”, porque marca el comienzo y el final de la capacidad del GMI de elaborar política más allá de la coyuntura.
En 2006 se redimensiona el CONICYT y un año más tarde encontramos la innovación institucional más importante: la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, ANII. La ANII es una persona pública no estatal, con un directorio honorario de 7 miembros, uno por cada uno de los ministerios integrantes del GMI original y dos representantes designados por el CONICYT.
Estas reformas institucionales fueron acompañadas de un incremento importante de los recursos destinados a CTI, buena parte de los cuales son gestionados por la ANII y la convierten rápidamente en un actor relevante y bastante conocido y reconocido dentro de la escena nacional.    
En sus primeros años de funcionamiento, entre otras muchísimas actividades, la ANII articula la elaboración de un Plan Estratégico Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (PENCTI).
En los años siguientes no se han realizado nuevas innovaciones desde el punto de vista institucional. La ANII continúa funcionando con vigor, y el GMI se reune poco y nada. En consecuencia, la política de CTI la define la ANII, como lo hacen los ejecutores: por la vía de los hechos, de los llamados que hace y que no hace, por la vía de los sesgos explícitos e implícitos, y por la vía de las decisiones que día a día van tomando sus cuadros directivos. Lo bueno de esto es que hay alguien que hace política y puede asignar recursos, lo menos bueno es que este actor no está diseñado para eso, sino para instrumentar políticas. No tiene una perspectiva de mediano plazo, no tiene control parlamentario, no tiene diálogo con los ministerios. En suma, otra vez nos falta una entidad que piense y diseñe estrategias nacionales de CTI.


Redoblando la Apuesta  
Creo que ha llegado el momento de que Uruguay tenga un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación.  
Las razones que me hacen llegar a esta conclusión son las siguientes:
  • Hay agenda suficiente: actualmente, con Uruguay en la transición de una economía basada en la eficiencia a una basada en la innovación, existe una serie de cuestiones que es necesario abordar al más alto nivel: incentivos para innovar, cómo orientar la investigación científica hacia problemas nacionales, cómo manejar la propiedad intelectual, cómo introducir la innovación dentro de la administración pública, etc.
  • Un lugar para “el alter ego innovador” del presidente: como lo demuestra la comparación internacional, tras los procesos de desarrollo exitosos existe casi siempre un liderazgo claro y lúcido, ejercido por el jefe de gobierno o alguien de su entorno inmediato y que cuenta con su apoyo incondicional. Si ha de surgir alguien con ese perfil, es muy bueno que esté al más alto nivel, que integre el Consejo de Ministros, y que tenga una investidura institucional acorde con los desafíos que tiene por delante.
  • Un dinamizador del GMI: la experiencia con los Gabinetes Ministeriales no ha sido particularmente fecunda. Puede afirmarse que su impacto ha sido entre escaso y nulo, dependiendo ésto fundamentalmente de que existiera algún ministerio que asumiera el liderazgo y fuera reconocido por los demás. En el área de innovación, el MEC no ha sido nunca un referente. Su vinculación al tema tiene raíces históricas (por el lado del desarrollo de la ciencia), pero no es un interlocutor reconocido para los actores vinculados a la innovación. Por otra parte, según lo anuncian todos los partidos, en los próximos años el MEC tendrá un papel relevante en una eventual reforma de la educación, y no parece conveniente asignarle funciones tan relevantes y tan diferentes en forma simultánea. Los ministerios sectoriales (MGAP, MIEM, Turismo) atienden por definición a una parte de la cuestión; el Ministerio de Economía tiene una agenda suficientemente cargada como para que cualquier tema que se agregue sea sólo “otro tema”, y la OPP no logra -al menos no lo ha logrado en la última década- ser un ámbito con la jerarquía y peso político como para aspirar a liderar en el multifacético tema de la innovación (en el trabajo que escribimos en 2004 para el BID “Ciencia, Tecnología e Innovación en Uruguay: diagnóstico, perspectiva y políticas”, coordinado por Luis Bértola,  vislumbrábamos a la OPP como el articulador natural por la transversalidad del tema). La existencia de un Ministerio de CTI rompería la simetría en el GMI lo que, a la vista de los magros resultados de los “gabinetes simétricos”, podría ser la clave para que este organismo de coordinación transversal realmente adquiriese relevancia.
  • Un lugar donde evaluar el presente y pensar el futuro: hay razones de peso para que los ministerios existentes tengan mirada corta: ¡su función es que el país funcione ahora! Y si bien ello no tiene por qué excluir una mirada más larga, la práctica muestra que es casi inevitable quedar preso de los problemas del presente. Un ministerio de CTI podría recibir el mandato expreso de ocuparse del futuro, siendo el órgano del Estado en donde se concentran las capacidades de analizar la realidad y las tendencias económicas, sociales, tecnológicas y se detectan tempranamente desafíos y necesidades. Quizá, con capacidades técnicas e institucionales adecuadas y liderazgo político podemos aspirar a que nuestro país explicite su Plan o Estrategia de Desarrollo, con amplio respaldo político y social.   
  • Un puente entre educación y competitividad: Si bien el Estado tiene bien definido quién se encarga a nivel del Poder Ejecutivo de las cuestiones de Educación y quién se encarga de los temas de Competitividad, parece existir una distancia muy grande entre ambos mundos. Es necesario un actor que esté permanentemente mirando la sintonía entre los esfuerzos que el país hace para formar a su gente y los requerimientos del mundo del trabajo, presentes y futuros.

No pretendo que la única respuesta a los desafíos o problemas planteados sea la creación de un ministerio. Menos aún, que alguno de los temas mencionados se resuelva automáticamente con la creación del nuevo ministerio. Mi punto es que, al día de hoy, la existencia de este hipotético Ministerio de CTI permitiría al Estado dar un paso relevante en su permanente tarea por concebir y lograr un país más desarrollado.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Una mirada lúcida sobre la innovación

Revisando los materiales para mi próxima clase en el PGT, que se basa en Mastering the dynamics of Innovation de James M. Utterback, encontré esta interesante conferencia ...



Proviene de http://mitworld.mit.edu/video

martes, 18 de mayo de 2010

Life Science Cluster traducido a la realidad latinoamericana: El Espacio de Bionegocios

Estas líneas parten de un documento que elaboramos conjuntamente con Carolina da Silva (Coordinadora de Clusters de PACPYMES) y Cecilia Perez (Facilitadora del Espacio de Bionegocios que aquí se describe). 

El convenio de financiaba el programa PACPYMES establecía que habría de promoverse un "cluster de ciencias de la vida". Observando la realidad de donde venían quienes formularon el proyecto (países europeos desarrollados), la propuesta no extraña. ¿Pero cómo se hace esto si no hay grandes empresas en el sector, no hay masa crítica de PYMES, el mercado local es diminuto, y los vínculos con la I+D académica cuasi inexistentes?

En PACPYMES, por prueba y error, desarrollamos el concepto de "Espacio de Bionegocios" como una figura más laxa que una iniciativa cluster, pero que tal vez permita promover el desarrollo competitivo de estos (hoy diminutos) sectores intensivos en conocimiento tan relevantes para la estrategia de desarrollo de un país de matriz agroindustrial como Uruguay. Nuestro trabajo desde PACPYMES calzó y combinó con una serie de esfuerzos que el país emprendió en estos años para potenciar sus sectores más innovadores, como se describe a continuación.

EEspacio de Bionegocios de Uruguay comprende la industrias de dispositivos médicos, farmacéutica, fitomedicamentos y biotecnología que, desde el 2006 se encuentran liderados y articulados trabajando en la mejora de su competitividad.  LoBionegocios involucran actividades intensivas en conocimiento con necesidad de innovar constantemente y de contar con recursos humanos altamente calificados.  Estas empresas emplean aproximadamente 9.500 personas, de las cuales el 49 % son profesionales y técnicos y sus exportaciones se estiman en USD 2: anuales. Esto implica que, desde el 2006, el sector creció un 20en empleo y exportaciones.
Las empresas e instituciones en este espacio se caracterizan por su transversalidad al insertarse en varias cadenas de valor. Tienen vocación por la vinculación con centros de investigación, con capitalistas de riesgo, así como con sus pares en complementación y competencia. Aunque el Espacio de Bionegocios tiene discretas dimensiones, está llamado a jugar un papel central como difusor de progreso técnico para el resto de la economía de un país básicamente agroindustrial como es Uruguay.

Buenas oportunidades y grandes desafios 
En el análisis realizado junto a empresarios y expertos del área de los Bionegocios en Uruguay se destacaron ventajas y oportunidades tales como contar con recursos humanos calificados y actualizados, disponibilidad de plataformas tecnológicas, permitiendo la asociación entre empresas e instituciones de I+D y una amplia disponibilidad de recursos naturales para nuevos productos. Son, a su vez, actividades en las que los productos y servicios tienen un alto valor agregado y están  dirigidos a mercados exigentes. Cuentan con un fuerte desarrollo del agro que actúa como tractor.

También se analizaron las debilidades y amenazas a tomar en cuenta en la estrategia de desarrollo del sector como el reducido tamaño del mercado local, huecos en las reglas y regulaciones y poca articulación entre academia y empresa. Las empresas enfrentan dificultades para la internacionalización por no poder responder a pedidos de grandes volúmenes de ciertos productos y, ademas, tienen limitaciones en el acceso al financiamiento para la innovación.

Los bionegocios son prioridad
A partir de ser definido como prioritario en el marco del PENCTI, el Espacio de Bionegocios se convierte en un objeto preponderante de las políticas públicas de fomento productivo del país. Esta decisión de gobierno movilizó tres elementos indispensables para llevar adelante este tipo de políticas: la creación y/o fortalecimiento de instituciones claves para el ecosistema innovador de los bionegocios, la creación de mecanismos de apoyo financiero especializados,  y la generación y profundización de vínculos entre los actores de la cadena de valor. 
El Uruugay venía trabajando desde comienzos de este siglo en la atracción de instituciones relevantes tales como el Institut Pasteur (www.pasteur.edu.uy/) y el fortalecimiento de las existentes como el Polo Tecnológico de Pando (www.uruguayinnova.org.uy/benef_polo.htm). Más recientemente, se creó la Agencia Nacional de Investigación e Innovación (ANII, ver: www.anii.org.uy), como la institucionalidad que genera las herramientas promocionales específicas para el sector. Finalmente, la Espacio de Bionegocios potenció los procesos de generación de valor, fomentando la articulación y construyendo los vínculos imprescindibles para que los recursos sean capitalizados por todos los actores y generen actividades concretas. 

El camino recorrido
El trabajo con la Iniciativa Cluster de Ciencias de la Vida comenzó en el 2006 identificando a los actores (empresarios, expertos y funcionarios de organismos reguladores) y junto a ellos -en forma participativa- se analizaron las Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas (FODA). Se elaboraron las medidas a tomar para superar las barreras al desarrollo y  enfocar el trabajo en dos líneas fundamentales: a) las actividades de corto plazo continuas con resultados rápidos, que apoyaron a la generación del marco de confianza necesario para la implementación de una estrategia de más largo plazo (capacitación, mercadeo, etc) y b) la definición estratégica y  de un plan de acción ejecutado durante el 2008 y 2009.

Atención gente en obra  
Ya en confianza los actores, trabajan en forma conjunta con buenos resultados en la siguientes áreas:
  • Generación de Nuevas Oportunidades de Negocios, con la mejora de los bionegocios existentes y el impulso de nuevos.  
  • Promoción de un Ambiente de Negocios Propicio, trabajando en la mejora de los vínculos entre privados y públicos, de manera de armonizar los aspectos regulatorios y marco legal, así como también de capacitar a los profesionales y técnicos que trabajan en las instituciones encargadas de de la gestión de los instrumentos legales.
  • Formación de Recursos Humanos en destrezas empresariales 
  • Creación de servicios colectivos para la Gestión de la Innovación, o funciones productivas que faciliten el acceso de las empresas a experiencias, conocimientos, oportunidades comerciales e informaciones especializadas que por su complejidad, costo, nivel de riesgo y externalidad, no pueden, generalmente, ser desarrolladas satisfactoriamente por empresas individuales.

Hoy, el  Espacio de Bionegocios en Uruguay, se ha tornado un punto de referencia y consulta por parte de empresarios e instituciones reguladoras y de investigación nacionales y regionales. Se destaca por la participación, y la integración entre más de 50 empresas e instituciones lo que lo ha convertido en un ámbito dinámico y válido tanto para privados como para públicos.